sábado, 23 de junio de 2012

A MIS OREJAS FIELES: UNA SOBRE SEGUROS MÉDICOS...


La fecha (22 de junio) de la tan esperada "reconstrucción del complejo areola-pezón" pasó sin obtener la carta aval de mi seguro...por lo que no fui operada, lloré a mares, perdí mi cupo, quedé mal con el médico y con la clinica y  ahora espero nuevamente, ya no sólo una nueva fecha para ser operada sino -y sobre todo- una firma en una carta que determine que "mi caso fue aprobado por el seguro"...
Este asunto de los seguros médicos y sus cláusulas muchas veces injustas, me lleva a navegar por internet, buscar información, darme de cabezazos contra la almohada antes de conciliar el sueño y querer "gritarlo a los cuatro vientos". Así que me excuso si el tema es tan específico, pero la impotencia que siento es enorme, y la única manera de sobrellevarla ha sido buscar pruebas, y tenerlos a ustedes como escuchas... ¡ustedes, mis orejas fieles!
Me sentí humillada por el simple hecho de que el seguro revisara mi caso con pinzas porque "es una cirugía plástica", "te pusieron implantes", y otra serie de preguntas previas absurdas. Pero la última guinda de la torta ha sido una cláusula que dice que "la intervención quirúrgica de tipo reconstructiva, originada por un proceso maligno del órgano afectado deberá ser realizada dentro de los ciento ochenta días continuos y siguientes a la ocurrencia de dicho evento"!!!!
Encontrarme con esta cláusula ha sido un asombro y un horror, y no supe si llorar o reír cuando lo leí. Resulta que yo llevo un año (LEASE BIEN: UN AÑO!!) esperando a que el médico mastólogo me de permiso para hacerme esta operación -por diferentes razones: la principal, porque el primer año es el año con más riesgo de recaídas, y luego, porque mientras más tiempo pase entre una operación y otra se logra un mejor resultado pues se evalúa mejor la simetría final entre ambas mamas)... y el seguro considera que, si no lo hice antes de los 180 días ¡¡no vale para ellos!!. Como si dejar pasar el tiempo hubiera sido por desidia del paciente... o algo parecido.
Como les dije, he estado varias horas navegando en internet. He encontrado mucho material sobre el asunto y entre los trabajos encontrados aquí y allá, en 73 casos el tiempo medio entre una operación y otra ha superado los 14 meses... ¡¡Catorce meses!! O sea: 420 días... ¡¡Y ellos hablan de 180 días!!
¿Ciento ochenta días para una mujer que tal vez ha recibido radio terapia, y luego quimio, que tendrá su piel enrojecida y quemada?
¿Ciento ochenta días para una mujer que luego de una quimio ha quedado sin fuerzas para nada y que pensar en una operación reconstructiva le podría parecer la mayor odisea de su vida?
¿Ciento ochenta días para los casos como el mío, en los que no tuve ni radio ni quimio, pero sí dos meses de recuperación para que me sacaran un tubo de la espalda, no me dolieran los costados y se cerraran las heridas...?
Y luego esta espera... esta espera eterna  de un año para, con los resultados de la mamografía y el eco el doctor me dijera: puedes proceder a la reconstrucción final. El día que me lo dijo, salí de la consulta como si se tratara de una carrera. Me hice todos los exámenes y comencé con los trámites ese mismo día... y el seguro se tardó quince días (quince!!) para finalmente rechazarme porque he superado el tiempo establecido en su ridícula cláusula.
Ya les seguiré contando....

sábado, 16 de junio de 2012

POEMA


Quiero compartir con ustedes uno de los tantos poemas escritos sobre esta experiencia. Lo escribí luego de tener en mi mano el exámen del patólogo -donde además de todos los datos científicos y técnicos, estaba la foto de un trozo de carne: la mama derecha extirpada-.  Ver esa foto, además de otras cosas, me causó mucho amor. Y por eso escribí este poema...
---


He visto tantas veces la foto de ella desnuda
en su condición de órgano mutilado
ella con la piel surtidora
ella con sus bondades y sus pliegues
ella con su aureola vertiginosa
sus apetitos y sus fuentes
su eficacia
su fe

y ahora vamos de la mano
cual amantes reencontrados
ella siguiendo mi rastro
atesorada en el recuerdo
y yo tan solo con esta fotografía
impresa y arrugada en un papel bond

Si alguien la viera no lo comprendería
causa repugnancia o hasta pena
y yo lo que veo
es el rostro iridiscente de mi pecho
feliz y decapitado
sin tatuajes ni consignas



miércoles, 13 de junio de 2012

HACE UN AÑO



Hace un año exactamente que me operaron para quitarme un pecho –con pezón incluido- y lo reconstruyeron con un músculo de la espalda. Lo he dicho tantas veces que ya me sé de memoria el gesto disimulado de asombro de la otra persona, cuando explico que despegan un músculo de la espalda, le dan la vuelta y lo ponen en la parte delantera… tal cual como si se tratara de un bistec.
A un año de la operación, aún no siento mi espalda en muchas zonas. Y aunque hay otras zonas que ya recuperaron parte de su sensibilidad, parecen ajenas al rozarlas. Escondidos bajo un sostén de copa gruesa, mis dos pechos se ven muy normales y nadie diría que uno me falta. Bajo la blusa, el cuento es otro: el pecho reconstruido en realidad tiene muy bonita forma, pero la ausencia del pezón lo muestra abandonado, silencioso y asexuado. Y allí si que no siento nada de nada, como si se tratara de un bichejo ajeno.
Me falta aún la última de las operaciones: la reconstrucción del pezón. Cuando los médicos me explicaron, mostrándome fotos, cómo quedarían mis pechos luego de la reconstrucción, yo siempre buscaba el “resultado final”, el que aún no ostento: los dos pezones, uno en cada pecho. Pero el doctor tenía pocas de esas fotos y sí muchas de las primeras fases de la operación. Entonces no entendía por qué, de las diez o doce fotos que veía, sólo dos o tres tenían el pezón reconstruido. Y ahora entiendo que es todo un largo proceso y que en el camino, por muchos motivos razonables, algunas mujeres se conforman con el primer resultado.
Yo espero esa última operación como si se tratara de un arreglo muy importante. Sé que mis pechos no quedarán iguales y que el pezón reconstruido se verá como eso: un pezón reconstruido. Pero ahí voy, embarcada en mis asuntos.
Hace apenas un mes en una clase de yoga lloré por el músculo de la espalda. Había llorado por el pecho, un día antes de la mastectomía bilateral, como si hubiera muerto alguien... pero nunca en todo este año pensé en el músculo de la espalda. Sin embargo, en plena clase de yoga, hicimos ejercicios boca arriba y cuando me encontraba concentrada en mi respiración me di cuenta –¡oh!-¡oh!- que el músculo se había ido de paseo. Porque no es que no esté: está, y muy vivo, pero fuera de lugar -de hecho este pecho se mueve a voluntad con ese músculo que quedó desplazado- y atrás, en la espalda, es que se cumple la verdadera ausencia. ¿Quién se acuerda de la espalda? Hay que usar un espejito para verla con esfuerzo. La espalda no es de uno: es de los otros que la ven, pero no parece nuestra. A no ser en esa clase de yoga en donde la espalda sí reclamaba su lugar. Fue en ese momento en el que lloré y lloré y lloré sin contención, por ese músculo que había perdido y del cual no tenía noticias.
Ha pasado un año y, además de prepararme para la operación, me preparo como nunca para mi chequeo anual. Esta vez, a diferencia de las otras veces, me asusta enormemente ir bajo la máquina a exponer mis pechos y escuchar de los médicos lo que quiero escuchar: que todo marcha de maravillas, que voy como espero, que no hay reincidencias ni calcificaciones de nada. En este año transcurrido he visto o conocido casos de otras mujeres con mucha menos suerte que yo… y en cada caso me he preguntado cómo funciona esa extraña lotería de la vida o la muerte.